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lunes, 6 de julio de 2015

EPÍLOGO



Bruno Lanzani nació en Sutherland Hall a finales del otoño de 1830 con los ojos oscuros de su madre y una buena mata del pelo castaño de su padre. Era un niño fuerte y, cuando su padre lo cogió en brazos por primera vez, sintió una corriente de amor interminable que le nació en las yemas de los dedos de los pies y le supuró por todos los poros de su piel. Con Elena asomada por encima de su hombro, le metió un dedo en la boquita. Los deditos diminutos del bebé se enroscaron en el suyo haciendo que pareciera una inmensa salchicha. Emocionado, se volvió hacia Lali.

—¡Qué bonito es! Bonito y perfecto —dijo Peter, orgulloso.

—Hace media hora no te parecía perfecto —le replicó ella con una sonrisa cansada pero llena de orgullo.

El duque se acercó al borde de la cama con el recién nacido en un brazo y se sentó con cuidado al lado de Lali.

—Entonces no prometía mucho.

Ésta rió y le tendió los brazos. Peter le pasó el bebé con cuidado y luego observó con verdadera fascinación cómo le daba el pecho. La visión de una madre con su hijo resultaba hermosamente conmovedora y a Peter le costó contener la emoción.

—Era de los llorones, ¿verdad? —Lali sonrió mientras le acariciaba la mejilla al bebé—. «Quejidos de mi madre, llanto de mi padre, emergí hacia el peligroso mundo, indefenso, desnudo, a los chillidos, como un demonio oculto en una nube.» —Bostezó y se perdió el divertido gesto de Peter.

Elena rió; todos estaban ya acostumbrados a las pequeñas citas de la duquesa para cada ocasión.

A éste no tardaron en pesarle los párpados, pero el pequeño Bruno no parecía en absoluto saciado. Ante la mirada de preocupación de Peter, entró la nueva enfermera del bebé y se lo llevó.

—Va a ser un chiquitín muy sano, excelencia —dijo mientras le cogía el niño a su madre.

—Claro que sí. Será líder de hombres —suspiró Lali, cerrando los ojos.

Peter se inclinó y le beso la frente con suavidad.

—Gracias, cariño. Mi hijo es el mayor regalo que me has hecho nunca —le susurró.

Sin abrir los ojos, Lali sonrió. Peter se llevó su mano a los labios y le besó los dedos, luego salió de la habitación con su madre para que su esposa pudiese descansar.


En el verano del año siguiente, cuando Peter estuvo convencido de que su robusto pequeño estaba lo bastante crecido para viajar, se llevó a Lali y al pequeño Bruno a un Dunwoody extensamente renovado. Llegaron con una camarilla de enfermeras y doncellas, y llenaron la vieja mansión de una vida que llevaba decenios sin ver. Las risas de los niños y los gorjeos de un bebé feliz podían oírse en todos los rincones de la casa.

Cuando Pablo fue a visitarlos varias semanas después, se encontró al duque y a la duquesa sentados en los jardines de la parte posterior, viendo jugar a un grupo de niños traviesos en el campo de petanca que había a sus pies. Cerca de allí, una enfermera rechoncha vigilaba al heredero de la fortuna de los Sutherland.

—Dios mío, ¿es éste el mismo Dunwoody? —preguntó gratamente sorprendido tras intercambiar saludos cariñosos y acomodarse en una silla de hierro forjado.

—Increíble, ¿verdad? —rió Peter.

Señaló a un joven de unos catorce años que estaba de pie en medio de los niños con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la cara marcada por una gran mancha púrpura, pero ninguno de los otros niños parecía notarlo. Una niña se le colgaba de una pierna mientras el joven miraba desde arriba al maestro Lanzani.

—Ése es Leo —explicó Peter—. Colgada de su pierna está la más ferviente admiradora de mi hijo, Luz. Se empeña en colmar a Bruno de besos, algo a lo que Leo se resiste encarnizadamente. Tiene miedo de que lo consiga y me parece que yo también.

Lali rió.

—Ese de allí es Mateo —señaló sonriendo ella—, que está embobado con un nuevo libro de ciencias. El chico del estoque —hizo una pausa para mirar ceñudamente a Peter— es Cristobal. Un día será capitán de todos los barcos de Peter. Simultáneamente, entiendo yo.

—¿Quién es la jovencita? —preguntó Pablo.

Lali suspiró.

—Esa es Alaí. Me va a matar a disgustos, de verdad. ¡No tenía ni idea de que vivían tantos jóvenes casaderos en Pemberheath y alrededores! —exclamó—. Tío Bartolomé siempre se está quejando del reguero de jóvenes que viene a visitarla constantemente.

—Cuando no está contando su fortuna, querrás decir —le recordó Peter en broma, y Lali rió.

Pablo apartó la mirada de la joven y contempló a su cuñada con admiración. Desde el nacimiento de su hijo, tenía cierto aire de sofisticada madurez. Lali era asombrosamente hermosa, pensó algo envidioso. Suerte que el escándalo de su matrimonio se había extinguido con el nacimiento de su heredero. Su madre tenía razón: nadie se volvía contra el duque de Sutherland mucho tiempo, por grave que fuese el delito del que se lo acusara. Y Lali no había tardado en hacerse de nuevo un sitio en el corazón de la aristocracia londinense. Ya todos conocían el matrimonio Sutherland como la historia de amor de la década.

—Traigo noticias de Londres —anunció Pablo—. Paddy y la señora Clark se han hecho con el campeonato de julepe, hazaña que, según tengo entendido, sólo eclipsa el número de bazas que mi cuñada perdió durante una temporada social concreta. ¿Veintiséis en un día? —preguntó, divertido.

Lali rió histérica.

—¡Sólo fueron seis, lo juro!

Peter le cogió la mano y se la apretó, cariñoso.

—Paddy nunca exagera, ángel. Es del dominio público que eres un desastre con el julepe.

—Traigo más noticias. Como todos saben, desde que Gastón y yo somos socios de la inversora que constituí hace unos meses, lo veo de cuando en cuando. Les manda una carta en la que, sin duda, les habla emocionado de su entrada en la Cámara de los Comunes. Jura que cuenta con los votos necesarios para las reformas económicas —señaló Pablo, sonriente, y le pasó la nota a Lali.

Entusiasmada, ésta abrió en seguida la carta y la miró por encima. Luego dedicó una sonrisa de felicidad a su esposo y a su cuñado.

—Todos los habitantes de la región conocen a Gastón Espósito, ¿saben? ¡Estamos muy orgullosos de él! Y él está contentísimo, porque «el summum de una existencia es la magia de que nos necesite al menos una persona».

Peter miró a Pablo.

—Un libro nuevo —le comentó como si nada.

—Tengo noticias para ti, hermano. Quizá te interese saber que el libertino de tu primo, David Westfall, está coladísimo —prosiguió Pablo.

—¡Cielo santo! —exclamó Peter—. ¡¡No me digas!!

—Corre el rumor de que le pedirá la mano a lady Nina al final de la temporada social.

Para deleite de Pablo, Peter y Lali se miraron perplejos, luego se sonrieron felices.

—¡Qué buena noticia! —exclamó ella, contenta de verdad.

—¡Y qué curioso! —rió Peter—. Eso explica... —Se interrumpió, meneó la cabeza y sonrió a Pablo—. No podría alegrarme más por ellos.

Se oyó un grito procedente del campo de petanca y Lali se levantó como un resorte. El pequeño Bruno, sonajero en ristre, berreaba desconsoladamente.

—Si me disculpan... —dijo, y bajó los escalones del jardín hasta donde estaban los niños. Tanto Peter como Pablo admiraron sus elegantes movimientos al acercarse a la manta tendida en el césped. Varios de los niños corrieron a su encuentro para asegurarle que ellos no le habían hecho nada al pequeño. Los hombres oyeron su risa melodiosa mientras los tranquilizaba contándoles que los bebés lloraban a menudo sin motivo aparente.

—Es una ráfaga de aire fresco, Peter. Fuiste idiota de casi dejarla escapar.

—Gracias por recordármelo —se carcajeó Peter. Pablo rió mientras Lali se arrodillaba junto al lloroso niño y lo cogía en su regazo.

—Lo raro es que no te lo recuerde ella todos los días.

—Tranquilo, que sí lo hace... sin darse cuenta. No hace ni dos días nos contaron que Máximo, en no sé qué locura de excursión, rescató heroicamente a una joven inglesa secuestrada y retenida a cambio de un rescate por un príncipe ruso. Una historia emocionante, la verdad, pero, al ver la mirada de Lali, me di cuenta de lo cerca que estuve de perderla. Curiosamente, le tiene mucho cariño al condenado bávaro.

Pablo miró a su hermano por el rabillo del ojo y sintió una pequeña punzada en el corazón. Lo asombraba constantemente lo mucho que Peter la amaba. ¿Cómo era aquello que había dicho de ella? Que era todo lo que él consideraba divino.

A sus pies, el bebé que Lali tenía en brazos se rebelaba por liberarse. Al darse cuenta de que no iba a calmarse, Lali se ablandó y se lo entregó a la niñera, que fue inmediatamente en busca de la cuna del niño. La duquesa se quedó un poco más en el césped, hablando con los otros críos, que obviamente la adoraban. Al final, volvió al jardín. Al verla acercarse despacio hacia ellos, Pablo rió.

—¿Qué? —preguntó Peter.

—Es un pensamiento irreverente —musitó Pablo, y le dedicó una mirada traviesa a Peter—. Se me ocurre una pequeña apuesta sobre lo que va a decir.

—¿Decir? ¿De qué?

—Eso es irrelevante —rió Pablo—. Apuesto a que es una cita.

Peter lo miró como si se hubiese vuelto loco de remate.

—Vamos, Peter, te habrás dado cuenta de que le encanta citar viejos proverbios y pequeños poemas, sobre todo cada vez que le regalan un libro nuevo. —Pablo esbozó una sonrisa.

—Forma parte de su inmenso e inconmensurable encanto —bromeó Peter.

—En cualquier caso..., dime, rápido, que viene. ¿Un soberano de oro para mi estupendo sobrino si suelta alguna cita?

—¿Y otro si no? —le replicó Peter.

—Claro —respondió Pablo, procurando disimular delante de Lali.

Peter se levantó de un brinco y fue a reunirse con ella al final de la escalera.

—Parece que este infierno de hijo mío va a ser guerrero —comentó cogiéndole la mano.

Lali suspiró y asintió con la cabeza.

—Me temo que sí. «De todos los animales, el niño es el más difícil de dominar», ya sabes.

—¡Ja! ¡Platón! —gritó Pablo dándole una palmada al brazo de la silla de hierro forjado con tanta fuerza que sobresaltó a Lali.

—¿Qué pasa? —preguntó ella volviéndose hacia Peter.

Sonriendo, éste le cogió la cara con las manos.

—Lali, ángel mío —dijo acercando su boca a la de ella—, «cállate».


Ignorando los vítores de mal gusto de su hermano, devoró los labios de su amada y proverbial esposa.

FIN.

Y se acabó... espero que hayan disfrutado esta historia y MUCHAS gracias por seguir leyendo y firmando!
Vamos con la siguiente! ;)

12 comentarios:

  1. Ayyy me encanto
    Aunq haya odiado mucho a Peter al final me encanto q hayan terminado juntos
    Me encantoo espero tu próxima novela! Jaja

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  2. Muy linda me encanto

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  3. Aaaay me encantó el final :´)

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  4. Me encantó!!!!
    Como siempre.
    Espero la siguiente.

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  5. No quierooooo que termine !!
    Ame esta historia demasiado!
    Como siempre una excelente historia para leer!
    Mil gracias!!!

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  6. Me encantooo la nove de verfas nuncae defraudas con tus historias
    @x_ferreyra7

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  7. Buenas! Nueva adaptación en mi blog. Pasen :)

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  8. Me la leí toda en unas horas, hermosa historia!

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