BIENVENID@S - YA PODÉS DESCARGAR EL NUEVO BONUS "El Camino Del Sol" - Twitter @Fics_Laliter - Correo: Ficslaliter123@gmail.com

viernes, 8 de mayo de 2015

Capítulo - 31



Lali salió de la casa y bajó los escalones de la entrada dando saltitos. De repente se sentía de buen humor. Su corazón pareció expandirse de alegría cuando vio a Peter. La luz de la luna despedía destellos azules y plateados de su pelo negro y resaltaba la longitud de sus piernas a la entrada del cobertizo. Uno de sus pies reposaba en un escalón y el otro en el suelo, y apoyaba la guitarra en la pierna que tenía doblada.

Al verla, Peter sonrió y, sin dejar de contemplar su esbelta figura, siguió tocando la melodía. Lali cogió su falda con ambas manos y la ondeó al compás de la música simulando despreocupación.

Cuando se acercó a Peter, sus miradas se encontraron intercambiando mudas promesas.

—¿Ya saben que estás aquí? —preguntó Peter señalando con la cabeza hacia la casa.

—Les he dicho a mamá y a Cande que iba a dar un paseo.

—¿Eso es todo? ¿No me has mencionado para nada?

—Ellas ya saben que he venido a verte.

Peter sonrió con burla.

—Entonces decir que salías a dar un paseo era como representar una comedia, ¿no?

Ella simuló sentirse ofendida, se volvió hacia la casa y miró a Peter por encima del hombro.

—Si no quieres mi compañía, dímelo.

—Yo nunca te diría algo así, cariño. —Peter se desplazó un poco en el escalón y señaló el hueco que quedaba con el mástil de la guitarra—. Siéntate.

—Es demasiado estrecho, no creo que quepa ahí.

Peter sonrió con malicia.

—Inténtalo.

Lali consiguió apretujarse entre él y la barandilla.

—¡Uf, casi no puedo respirar!

—Yo no me quejo.

Peter se inclinó hacia ella y la besó en los labios. La lengua de Lali se unió a la de él, calidez con calidez, ofreciendo y saboreando, hasta que la sangre de Peter hirvió con creciente vigor. Peter realizó un sonido profundo y apreciativo antes de separar su boca de la de ella, pues era consciente de que era necesario guardar las apariencias. Peter volvió a colocar con indecisión los dedos en las cuerdas de la guitarra y contempló el instrumento como si no lo hubiera visto nunca antes.

—¿Yo sabía tocar esta cosa?

Ella rió por lo bajo y acurrucó su cara en el cuello de él mientras disfrutaba del aroma de su piel.

—Sí. Toca algo bonito para mí, Peter.

Él se inclinó sobre la guitarra y la obedeció. La evocadora melodía que Lali había oído tantas noches mientras estaba sola en la cama pareció envolverlos a los dos. Lali presionó la mejilla contra el hombro de Peter y entrecerró los ojos ensimismada.

—¡Suena tan triste!

—¿Ah, sí? —Sin dejar de tocar, Peter la miró de una forma pensativa—. Me recuerda un poco a ti.

—Yo no soy triste.

—Pero tampoco muy feliz.

A Lali su percepción le resultó desconcertante, aunque no podía negar que el tic fuera cierto. Sería feliz sino tuviera miedo de lo que pudiera ocurrirle a Nicolás y si no hubiera tanta animosidad entre el rancho Sunrise y el Double Bar, y si su relación con Peter no molestara tanto a Emilia, y si pudiera resolver sus inquietudes respecto a su pasado... En fin, había toda una lista de cosas que la preocupaban.

—No, no soy completamente feliz —admitió ella—. ¿Y tú?

—A veces.

Lali puso cara de contrariedad.

—A los hombres les resulta más fácil ser felices que a las mujeres.

Peter soltó una carcajada.

—¡Nunca había oído nada parecido antes! ¿Qué te hace creer que es más fácil para nosotros?

—Pueden hacer todo lo que quieren. Y sus necesidades son muy simples. Buena comida, salir de vez en cuando con los amigos a beber, una mujer con la que compartir la cama y estan en el cielo.

—Un momento —intervino él con los ojos chispeantes de diversión y malicia. Peter dejó la guitarra apoyada en la barandilla y se volvió hacia Lali mientras colocaba las manos en las caderas de ella. La música nocturna los rodeaba: el canto de los grillos y el susurro de la brisa en el heno—. Has pasado por alto unos cuantos puntos.

—¿Ah, sí? ¿Qué más necesitan, aparte de las cosas que he mencionado?

—Para empezar, una familia.

—¿Grande o pequeña?

—Grande, claro.

—Claro —repitió ella con ironía—. No dirías esto si fueras la mujer que tuviera que tener a esos hijos.

—Es probable que no —accedió él, y sonrió—. Pero como hombre, me gusta la idea de tener, como mínimo, media docena de hijos.

Resultaba difícil imaginárselo como padre. Peter encajaba demasiado bien en el papel de amante soltero.

—En cierto sentido, no te veo aguantando una casa llena de niños, con un bebé vomitando en tu camisa y otro niño tirando de la pernera de tus pantalones.

—Da la casualidad de que me gustan los niños.

—¿Incluso los traviesos?

—No sabía que pudieran ser de otra manera.

—¿Cómo sabes que te gustan? —preguntó Lali.

—Tengo un sobrino y una sobrina y ellos...

—Esto sólo son dos —lo interrumpió ella con aire triunfal—. Dos es muy distinto que seis.

—¿Adónde pretendes llegar?

—Sólo quiero hacerte comprender que no tienes ni idea del tiempo, la atención y las preocupaciones que requieren media docena de niños.

—Entonces, ¿no tienes intención de tener seis hijos?

—¡En absoluto! Dos o tres será suficiente.

—De acuerdo. Siempre que uno de ellos sea un niño.

—¡Machista! —gruñó ella—. Te doy tres oportunidades y, si todas son niñas, te parece mal. Sin embargo, tener muchos hijos hace que las mujeres envejezcan antes de tiempo. Además, si tuviéramos seis hijos estaría tan ocupada que no dispondría de tiempo para ti y siempre estaría demasiado cansada para hacer el amor, y...

—Tienes razón —contestó él de inmediato—. De acuerdo, lo dejaremos en tres.

—Peter, ahora que estamos hablando acerca de nuestro futuro, hay algo que me he estado preguntando...

—Después.

La respiración de Peter agitaba ligeramente el pelo de la nuca de Lali y ella dio un brinco al notar el suave mordisqueo de sus dientes.

—Pero es importante. Es acerca de nuestro matrimonio y...

—Lali, no voy a quedarme aquí sentado repasando tu lista. —Sus manos se deslizaron hacia arriba, por la ceñida cintura de Lali y se detuvieron debajo de sus pechos—. Ahora no. Esta es la primera vez que estamos solos desde ayer por la noche.

Los pechos de Lali se pusieron en tensión, reclamando el tranquilizador contacto con las manos de Peter.

—Hoy te he echado de menos —murmuró Peter. Ella se retorció y lo empujó.

—Es importante que hablemos de esto. Hay cosas que debemos entender el uno del otro. En esto consiste el cortejo.

Peter exhaló un suspiro y la soltó. Se rodeó las rodillas con los brazos y le lanzó una mirada de reojo llena de sarcasmo.

—¿Qué es lo que no entiendes y que no puede esperar a más tarde?

—Se trata de lo que tú no entiendes de mí.

De repente, los ojos verdes de Peter se pusieron en alerta.

—Dime.

—Hay cosas que necesito... El nuestro no puede ser un matrimonio como el de los demás. Yo soy diferente de las otras mujeres de por aquí.

—Esto no te lo discutiré.

—Me preocupa cómo funcionará el matrimonio entre dos personas como nosotros. Los dos somos muy tozudos y tenemos nuestras propias ideas acerca de las cosas.

—Estoy de acuerdo. Tendremos que llegar a muchos compromisos.

—Pero hay algunas cosas a las que no pienso... a las que no puedo comprometerme. —Lali levantó la vista hacia Peter y se ruborizó—. Siento haber sacado este tema. En realidad, no sé lo que quería decirte.

—Yo creo que sí lo sabes.

—Quizá no debería... En realidad es demasiado pronto.

—¿Qué tenías pensado pedirme, un viaje alrededor del mundo? ¿El rancho más grande de todo Tejas? ¿Acciones de la Northern Pacific?

Lali no pudo evitar echarse a reír.

—¡Vamos, para!

Peter le cogió las muñecas y las colocó alrededor de su cuello y Lali entrecruzó los dedos de ambas manos.

—Cuéntamelo —pidió Peter mientras la besaba en la frente—. Se me están acabando las suposiciones.

—Quiero que, dentro de veinte años, me escuches como lo haces ahora. Como si mis opiniones te importaran.

—Claro que me importan, y siempre me importarán. ¿Algo más?

Los labios de Peter se deslizaron hasta la sien de Lali y se entretuvieron en el pulso que encontraron allí.

—Sí, no quiero convertirme en algo de tu propiedad, en un anexo como un brazo o una pierna extra, en alguien que deba estar de acuerdo con todo lo que tú dices. Y no permaneceré en silencio durante las comidas. —Ahora que había empezado a abrirse a él, le resultaba mucho más fácil continuar—. Necesito que me respetes, pero no que me protejas de la realidad. Quiero que seas siempre honesto conmigo y respecto a todo y que me concedas la oportunidad de demostrarte que puedo hacer algo más por ti además de cocinar, lavar y coser. Todo esto puede hacerlo cualquier mujer. Yo quiero ocupar un lugar en tu vida que nadie más pueda ocupar, y no me refiero a un pedestal.

—Yo nunca intentaría colocarte en un pedestal.

—¿Ah, no? ¿No querrás que cambie después de que nos hayamos casado y que haga todo lo que tú digas y que nunca discuta contigo?

—¡Demonios, no! ¿Por qué habría de querer cambiar las cosas que más me atraen de ti? —Peter acarició el lateral de su cintura y sonrió con calma—. Dejemos que las mujeres de los otros hombres jueguen a ser marionetas irracionales si eso les complace. Yo prefiero tener una esposa que tenga sentido común. ¿Por qué habría de querer que estuvieras siempre de acuerdo conmigo? Estar con alguien que repita todo lo que yo digo me aburriría de muerte. Tranquilízate, cariño, no quiero casarme contigo para cambiarte.

Ella lo miró sorprendida. ¡Qué diferente era Peter de los otros hombres que había conocido!

Peter era un hombre que se sentía cómodo consigo mismo, seguro de su lugar en el mundo, fuerte y, al mismo tiempo, sensible a las necesidades de los demás. De ningún modo era inocente, pero tampoco era un cínico y poseía un pícaro sentido del humor y un grado saludable de perspicacia. Lali apoyó la mano en el brazo de Peter y deseó poder contarle cuánto valoraba su falta de prejuicios.

—La mayoría de los hombres de cuando..., quiero decir de ahora, no querrían que su matrimonio constituyera el tipo de asociación que yo te propongo.

—Yo no te daré órdenes para que las cumplas, pero, por otro lado, no te des aires de superioridad por esto. Te aseguro que nadie más que yo llevará los pantalones en mi casa, ¿comprendes?

Lali sonrió y le mordisqueó el hombro a través de la camisa de una forma juguetona. Lo comprendía. Peter sería manejable.

—Siempre te gusta salirte con la tuya —lo acusó Lali.

Peter inclinó la cabeza hacia ella y murmuró cerca del oído de Lali:

—Empiezas a conocer mis fallos, señorita Mariana.

—Lo intento —respondió ella volviendo el rostro hacia él y ofreciéndole un beso suave y ligero.
Él lo aceptó sin titubear y lo remató con un beso sonoro.

—¿De dónde sacas tu actitud hacia las mujeres? —preguntó Lali cuando sus labios se separaron—. Me sorprende lo liberal que eres. Se debe a alguien de tu pasado, ¿no? ¿Tu madre te enseñó a tener una actitud abierta o fue alguna otra mujer?

Él titubeó y buscó algo en el rostro de ella con una mirada casi predadora. Fuera lo que fuera lo que buscaba, no pareció encontrarlo.

—Quizá te lo cuente algún día.

La combinación del tono despreocupado de su voz con sus ojos escrutadores inquietó a Lali.

—Si quisieras, podrías contármelo ahora. Puedes confiarme cualquier cosa. Todo.

—¿Igual que tú confías en mí?

La sonrisa de Lali se desvaneció cuando percibió la leve mordacidad que contenía la pregunta de Peter.

—¿Qué quieres decir? Yo confío en ti.

Durante un segundo, Peter no respondió. A continuación, para alivio de Lali, cambió de actitud a una velocidad desconcertante, cogió su guitarra y rasgó las cuerdas con un estilo vaquero exagerado que hizo reír a Lali. La nostálgica melodía hizo pensar a Lali en las películas del Oeste que había visto en el cine, películas que protagonizaban guapos vaqueros con sombrero.

—¿Qué estás tocando? Me resulta familiar.

—Una canción que cantamos cuando transportamos al ganado.

La canción era My Bonnie Lies Over the Ocean. Cuando Lali la reconoció, miró a Peter de una forma acusatoria.

—La conozco, y no es, para nada, una canción vaquera.

—Sí que lo es.

—Es una canción de marineros. Incluso me sé la letra —replicó Lali, y recitó, sin cantar, un par de versos haciendo sonreír a Peter— «... bring back, bring back my Bonnie to me, to me...».

—Esta es la parte en la que cantamos.

—¿No podrían haber inventado una canción en lugar de robarla?

—No la robamos, sólo la mejoramos. Al estilo de Tejas.

Peter sonaba tan poco avergonzado que Lali se echó a reír.

—Eres un sinvergüenza. Y necesitas que te reformen. —Lali deslizó la palma de la mano por el hombro de Peter y miró en dirección a la casa—. Aunque supongo que tu reforma tendrá que esperar. Tengo que irme, listillo.

Peter se puso serio y dejó a un lado la guitarra. Después, apoyó la mano en la cadera de Lali y le impidió levantarse. Ella casi dio un brinco al notar la dureza de su mano.

—¿Por qué me has llamado así?

—¿Listillo? No pasa nada, sólo es una expresión. —Lali la había utilizado en tono cariñoso con Bernie y con algunos de los veteranos del hospital—. Ya te he llamado así antes y tú no...

—¿De dónde demonios la has sacado?

Había cosas en Lali, entre ellas algunas expresiones raras, que lo sorprendían. A Peter no le gustaba la sensación que tenía de que Lali se guardaba cosas para sí misma, incluso cuando estaba entre sus brazos. A veces, percibía en ella miedo, aunque no sabía de qué o de quién. ¿Acaso tenía miedo de él?

—La o-oí en Virginia —tartamudeó Lali maldiciéndose por ser una mentirosa—. No te llamaré más así si no te gusta.

—No, no me gusta.

Lali lo miró confusa por el ligero desdén que reflejaban los labios de Peter.

—Lo siento —murmuró Lali, e hizo el ademán de levantarse. Peter la obligó a sentarse de nuevo de un tirón y le rodeó la cintura con el brazo. Sus miradas, cargadas de electricidad, se encontraron. Lali percibía la tensión de Peter, aunque no comprendía la razón de que estuviera así.

—¿Qué te ocurre?

Él parecía tan exasperado que podría haberla zarandeado. Colocó una mano en la nuca de Lali y la besó con fuerza. Lali se retorció como protesta por su brusquedad, presionó los brazos contra él y lo empujó. El pecho de Peter era tan duro como una pared de ladrillos y frustró sus intentos de separarlo de ella. La fuerte mano de Peter en su nuca le impedía moverse y Peter aumentó la presión hasta que ella se rindió con un leve gruñido de enfado. El beso no fue más que una competición de fuerza física, pero resultaba inútil luchar contra Peter.

La lengua de Peter exigió el acceso al interior de la boca de Lali y ella apretó los puños mientras su cuerpo se ponía rígido. ¡Criaturas arrogantes y violentas! Los hombres creían que todo se resolvía por la fuerza. ¿Cómo se atrevía a actuar de aquella manera después de lo que acababan de hablar? Mucho después de que el doloroso beso hubiera tenido que terminar, Peter separó su cabeza de la de Lali y le lanzó una mirada iracunda. Estaba enfadado, excitado e insatisfecho.

—¿Qué pretendes? —preguntó Lali con frialdad mientras deslizaba con cuidado la lengua por sus labios hinchados—. ¡Tú... tú...! —Intentó pensar en una expresión que Nicolás habría utilizado—. ¡Hijo de puta! Me has hecho daño.

Él no mostró el menor signo de arrepentimiento por el dolor que le había causado.

—Entonces estamos igualados.

—¡Y un cuerno! ¿Qué he hecho o he dicho yo que te haya dolido?

—Es lo que no has dicho, Lali. Es lo que no has hecho. —Antes de que ella tuviera tiempo de reflexionar en lo que él le decía, Peter volvió a besarla. Lali cogió el pelo de Peter y tiró con fuerza hasta que él separó su boca de la de ella—. ¡Maldición! —murmuró Peter con ojos centellantes—. Yo no quería amarte. Sabía que me volverías loco, que intentarías mantenerme a distancia. Pero no se te ocurra pensar que lo permitiré. Lucharé hasta que pueda acceder a tu interior y me aferraré a ti aunque intentes desembarazarte de mí.

Peter hizo caso omiso de la mano que tiraba de su cabello y le estampó otro beso en la boca. En esta ocasión, Lali no pudo resistirse a la pasión que invadió su cuerpo, soltó el pelo de Peter y deslizó las manos hasta sus hombros. Resultaba imposible ignorar la calidez de su cuerpo duro y musculoso y el irregular latido de su corazón. Lali le rodeó el cuello con los brazos y sus pechos se aplastaron contra los pectorales de Peter. Lali encajó su suavidad con la dureza de él, le ofreció sin reparos lo que él quería y contrarrestó la violencia de Peter con su rendición. Silenciosamente, su cuerpo comunicó lo que ella no había podido expresar con palabras.

«Sí, te necesito. Amor... Sí, soy tuya... »

Al sentir la respuesta de Lali, Peter gimió, le soltó la nuca y la abrazó con fuerza.

Sus cuerpos ardían bajo la ropa, ansiando liberarse de todo lo que los separaba. La violencia de Peter desapareció y, en su lugar, creció la dulce ansiedad del deseo. Embriagado con una mezcla de lujuria y amor, Peter intentó llenarse con el sabor y el contacto de Lali. Su lengua penetró en la boca de ella con frenesí y Lali gimió y se estremeció pegada a él.

Querían estar más cerca el uno del otro, pero mientras buscaba el cuerpo de Lali, Peter se encontró con las duras varillas del corsé. Las faldas de Lali constituían una masa de enaguas y otras capas de tela. La única parte accesible para él era la boca de Lali y Peter la devoró con furia, besándola una y otra vez. Jadeando como si hubiera corrido varios kilómetros, Peter deslizó una mano temblorosa por el cabello de Lali mientras recordaba cómo la había deslizado por su cuerpo la noche anterior. Ansiaba sentir el contacto de su cuerpo desnudo y libre de barreras debajo del de él.

El impulso de soltarle el pelo que llevaba sujeto a la cabeza era demasiado intenso para resistirse a él. Aunque sabía que Lali se enfadaría, Peter cogió el extremo de uno de los alfileres y tiró de él. Al notar que parte de su cabello caía sobre su hombro, Lali soltó un respingo de inmediato y se apartó de Peter.

—¡Devuélveme ese alfiler! —exclamó Lali mientras alargaba la mano con nerviosismo—. ¡Qué pensarán si entro en casa con el pelo suelto! ¡Devuélvemelo!

Peter estuvo tentado de negarse, dejar que entrara en la casa de aquella manera y que todos la vieran acalorada y despeinada. De este modo, sabrían con certeza cómo estaban las cosas entre ellos. Pero Lali sacudió su pequeña mano con ímpetu delante de la cara de Peter exigiéndole que le devolviera lo que le había robado y, a pesar de las presiones del diablo que estaba sentado en su hombro, Peter dejó el alfiler en la palma de su mano. Ella lo cogió sin dar las gracias y volvió a recoger su cabello. Después, soltó un resoplido vigoroso que mostraba la agitación que Peter le había causado.

—Yo no he hecho nada para provocar este..., este acto. ¡Si es así como te vas a comportar, entonces mantente alejado de mí hasta que consigas dominarte! —soltó Lali. Y bajó los dos escalones de la entrada. En esta ocasión, Peter no se lo impidió, sólo la observó de una forma inquietante—. Eres perfectamente capaz de ser un caballero cuando te conviene y, a partir de ahora, te exijo que...

—¿Quieres que sea un caballero? Esto está muy lejos de lo que querías ayer por la noche. ¿O es que tu exigencia sólo es válida hasta la hora de acostarse?

—¡Oooh!


Lali estaba demasiado indignada para contestarle. Giró sobre sus talones y regresó a la casa mientras murmuraba maldiciones contra Peter y los hombres en general.

Continuará...

+10 :o

10 comentarios:

  1. Ok estoy igual que lali no entendí se enojo por que piensa que tiene miedo???

    ResponderEliminar
  2. Porque se enojo che ??
    @x_ferreyra7

    ResponderEliminar
  3. Lali puso sus condiciones.

    ResponderEliminar
  4. Parece k Peter quiere k Lali cuente ya d su relación.

    ResponderEliminar
  5. Media docena d hijos.
    Jajajajaja,Lali tuvo k convencerlo ,dándole razones efectivas.

    ResponderEliminar
  6. Machista.....es quien mejor la entiende

    ResponderEliminar
  7. Peterintuye k Lali le oculta algo ,y está enfadado xk ella no es capaz d sincerarse.

    ResponderEliminar