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jueves, 7 de mayo de 2015

Capítulo - 26



Una parte esencial del código de los rancheros era que cuando unos vaqueros pasaban por la zona se les ofrecía una comida gratis, alojamiento y todo lo que incluyera la hospitalidad del anfitrión. La media docena de hombres que aparecieron un día en el rancho Sunrise eran unos desconocidos y resultaba obvio por su aspecto y su olor que llevaban viviendo en la montura todo el verano. Las mujeres de la casa estuvieron ocupadas toda la tarde repartiéndoles toallas y jabón para el afeitado y el baño que tanto necesitaban. Después hubo un montón de ropa para lavar y coser, tanta que el aire se llenó del olor acre a agua caliente y lejía.

Cuando los visitantes se sentaron a la mesa, Emilia y Candela estaban tan cansadas que apenas pudieron disfrutar de la cena. Sin embargo, Lali, quien había trabajado tanto como ellas, no estaba nada cansada, pues la invadía un nerviosismo que apenas podía contener. Lali comió lo que había en su plato de una forma metódica y sin apenas saborearlo, pues estaba pendiente de la conversación que Nicolás y los vaqueros mantenían.

Ella y Peter intentaron ignorarse mutuamente, pero Lali sentía una llama en su interior que, de una forma constante, le advertía de su presencia. Lali fue consciente de todos los movimientos que Peter realizó y de todas las palabras que pronunció y, cuando en determinada ocasión ella levantó la mirada del plato, donde la tenía clavada de una forma deliberada, y vio a Peter de reojo, una oleada de placer la invadió.

Cuando la cena terminó y el hambre de todos estuvo satisfecha, los hombres se quedaron en la mesa charlando mientras las mujeres retiraban los platos con discreción. Y cuando ya casi habían terminado de recoger la cocina, Candela se puso la mano en las lumbares y suspiró con cansancio.

—Estoy tan cansada que apenas puedo moverme. Mamá, ¿puedes acompañarme arriba y ayudarme a quitarme la ropa? Agustín tardará mucho en subir, pero yo tengo que descansar.

—¿Quieres que te ayude yo? —se ofreció Lali.

—No te preocupes —declaró Emilia dándole unos golpecitos en el hombro—, yo la ayudaré. Después de todo lo que has hecho hoy, tú también deberías acostarte temprano.

—Sí, mamá.

Lali se sentía extrañamente perdida y salió al pasillo. El sonido de las voces de los hombres, el golpeteo de las cartas y el tintineo de las botellas y los vasos era claramente audible. Para ellos, la noche justo acababa de empezar. Lali contempló las escaleras. La idea de subir a su dormitorio y encerrarse entre sus cuatro paredes le resultó insoportable. Entonces contempló la puerta principal y ansió disfrutar de la libertad que ésta prometía, de modo que se escabulló al exterior sin pensárselo dos veces.

El aire era suave y dulzón y el cielo parecía de terciopelo negro. Lali descendió titubeante los escalones de la entrada y paseó sin dirigirse a ningún lugar en concreto. En las noches como aquélla, Alelí y ella solían sentarse con las ventanas abiertas para disfrutar de la brisa mientras escuchaban la radio durante horas.

El fantasma de una canción vagó por su mente. «Nunca imaginé que el corazón pudiera doler así... Nunca imaginé que echaría de menos tu dulce abrazo... » Lali intentó recordar el resto de la canción. Se detuvo y permaneció inmóvil. «Sé que no te olvidaré. No puedo aceptar que hayamos terminado... Hasta el día en que me dejaste, amor, no supe que...»

Algo conmovió su corazón. El recuerdo de estar sentada delante de la radio soñando despierta. El recuerdo de entrar en el dormitorio de Alelí y contarle los últimos cotilleos. El recuerdo de pintarse los labios de color rojo antes de salir con Bernie. El recuerdo de hacer reír a Alelí mientras bailaba el charlestón, de una forma cómica, en medio de la habitación. Le resultaba difícil acordarse de la cara de Bernie y de la de Alelí. ¡Qué borrosas eran las imágenes de su casa al final de la calle Main, de las habitaciones de ésta y del hospital en el que había trabajado!

De una forma distraída, Lali cantó en un susurro el resto de la canción: «Ahora todas las noches cierro los ojos y sueño contigo. Nunca imaginé lo dulce que podía ser un sueño. Sé que no puedo esperar que lamentes que hayamos terminado... Hasta el día en que me dejaste, amor, no supe que... »

Lali cruzó los brazos sobre su pecho y suspiró. Le resultaba difícil creer que la casa en la que había crecido había desaparecido. Alelí también había desaparecido y ella nunca podría regresar al Sunrise que había conocido. ¿Y qué tenía a cambio? Ésta era una pregunta interesante. Lali reflexionó en sus nuevas circunstancias. Tenía un hermano, una hermana, una madre, un armario lleno de vestidos rosa, una yegua de mal carácter, una reputación de rompe corazones, un ex novio, un padre que la quería y un hombre que la amaba. Y al que ella también amaba.

«¿No comprendes lo que estás haciendo? Deja de pensar en él. Deja de soñar con él. Si no lo haces por ti, hazlo por el bien de Nicolás. No nos pertenecemos.»

Lali percibió el sonido casi imperceptible de unas botas que bajaban los escalones de la entrada y se quedó helada. Su pulso se aceleró cuando oyó que los pasos se acercaban a ella y vio que se trataba de Peter. Él se detuvo a su lado. Sus ojos se veían translúcidos en la oscuridad de la noche. Lali sabía lo que él quería.

«No permitas que suceda», pensó presa del pánico, pero, al mismo tiempo, experimentaba una sensación de inevitabilidad. Que estuvieran juntos era algo tan natural como la salida y la puesta del sol.

Peter no se movió ni habló. Percibía un vacío en el estómago, una sensación que había experimentado pocas veces en su vida. La percibió cuando fue a ver a su padre el día después de su graduación y cuando le perseguía una multitud con una soga. Él nunca se había sentido nervioso por una mujer, ni siquiera por la primera. Sin embargo, Lali no era una mujer cualquiera y él la quería como no había querido a nadie en su vida. La necesitaba demasiado para su propio bien. Él lo sabía pero podía hacer nada para evitarlo.

Ningún hombre podía resistirse a la tentación de su cuerpo esbelto, su cabello sedoso y su rostro, que era lozano y sensual a la vez. Y había otras cosas en ella que lo atraían con igual intensidad. Lali tenía una gran fuerza de voluntad, era franca al expresar sus opiniones y apoyaría a su compañero en los momentos difíciles. A veces, era vulnerable y tenía una expresión de soledad en el rostro que le encogía el corazón. Peter quería que ella confiara en él y le concediera el derecho a consolarla y protegerla.

—¿Cómo sabías que estaba aquí? —preguntó Lali.

—Porque deseaba que estuvieras aquí.

—Los demás...

—Están concentrados en una botella de licor y una baraja de cartas. El juego no me interesaba.

Lali se esforzó en sonar indiferente.

—Seguro que te echarán de menos.

—No tanto como tú.

—¡Eres tan presuntuoso! Yo n-no te habría echado de menos.

—Es igual, pero no podía dejarte sola bajo las estrellas.

—No me habría importado estar sola —declaró ella. Y se le cortó la respiración al notar la mano de él en la nuca—. Nunca me ha importado.

Peter deslizó las manos a ambos lados de la mandíbula de Lali. Ya no podía resistirse más a tocarla.

—Entonces dime que me vaya. Vamos, dímelo.

Ella cerró los ojos y se esforzó en pronunciar aquellas palabras, pero éstas no salieron de su boca.

—No puedo —susurró desesperada.

—Porque me perteneces.

—No, no le pertenezco a nadie. Yo... no sé por qué te quiero. Ni siquiera me gustas.

Él sonrió y la besó en los labios con tanta suavidad que ella apenas lo notó, pero la calidez que experimentó fue suficiente para hacerla jadear. Peter esperó con paciencia. Esperó mientras los segundos transcurrían, retándola en silencio a que diera el paso siguiente. Al final, Lali deslizó el rostro entre las manos de Peter y su boca buscó la de él. Los labios de Lali estaban blandos y ansiosos. Peter realizó un sonido grave y tensó los brazos de tal modo que ella tuvo que ponerse de puntillas. Lali respondió a la presión de los labios de Peter y a los movimientos de su lengua con pasión. Sabía que, con él, nunca tendría suficiente.

Peter colocó una mano en la nuca de Lali e introdujo los dedos en su cabello deseando hundirse en la suavidad de ella. Lali lo acarició como había soñado tantas veces, deslizando sus manos en círculos por su espalda, entrelazando sus dedos con su cabello, rozando su cara con las yemas de sus dedos y disfrutando de la superficie áspera y suave de su mandíbula.

—¡Por fin! —suspiró Peter cuando sus labios se separaron.

Lali asintió, pues comprendía el alivio infinito que él experimentaba. Ella también lo sentía.

—No me mires así —pidió Lali mientras deslizaba los dedos hasta la nuca de Peter.

—No puedo evitarlo.

Peter realizó una media sonrisa y ella también le sonrió con incertidumbre.

—Me pone nerviosa. Parece que estés a punto de engullirme entera.

Él presionó los labios contra la frente de Lali y la besó desde la base del cabello hasta la punta de la nariz.

—Tengo cosas mejores en mente, cariño.

A Lali le sobrecogió el placer que experimentaba al estar cerca de él.

—Esto es... horrible —declaró Lali con voz entrecortada—. ¿Qué voy a hacer?

Nada podía impedir que Peter siguiera besándola, llevado por una necesidad que había ido creciendo en su interior durante semanas. La boca de Lali se movía con la de él, a veces juguetona y a veces ansiosa. Su pasión ardió con más intensidad que antes y él perdió la noción de todo salvo de ella. Peter se estremeció, cogió a Lali por las caderas y encajó sus cuerpos.

Lali rodeó sus anchos hombros con los brazos. Equivocada o no, no podía oponerse a él, pues todo su cuerpo deseaba que él la llenara. Lali sintió que las manos de Peter se deslizaban por su espalda y su cintura, pero la sensación se vio amortiguada por su grueso corsé. Nunca había lamentado tanto aquella prisión de varillas y cordones. Lo único que quería era estar desnuda en la cama con él, aprendiendo los secretos que los amantes compartían.

De repente, Lali se dio cuenta de lo lejos que había ido, de la distancia que había entre cómo había sido y cómo era ahora. Con un estremecimiento, apartó la boca de la de Peter y apoyó la frente en el hombro de Peter para evitar que él volviera a besarla.

—Lali —susurró él. Ella sacudió la cabeza y gimió—. Cuéntamelo —pidió Peter con la boca pegada a la oreja de Lali—. Cuéntamelo.

—Esto no está bien.

—Sí que está bien. Lo que hay entre nosotros tenía que ocurrir.

—Yo no debería... No contigo.

—¿Por qué no?

—Algo me dice que debería tener miedo —declaró Lali con un susurro acongojado.

—¿De mí? —preguntó él con tanta amabilidad que ella apenas lo reconoció—. ¿Por qué?

—Porque el hecho de que nos queramos de esta forma no es suficiente. Cuando el deseo esté satisfecho nada nos mantendrá unidos y yo no lo resistiré. ¿No lo comprendes?

—No, no lo comprendo. ¿Crees que algún día te dejaría de lado? ¿Es esto lo que te preocupa? Yo nunca te haría daño, Lali. No podría aunque lo intentara. Tienes que creerme.

Ella lo miró y asintió con la cabeza mientras sus ojos centelleaban a la luz de la luna. A Peter se le cortó la respiración.

—¡Dios, qué guapa eres!

—No, no lo soy.

Lali, avergonzada, intentó apartar la mirada, pero él la cogió por la barbilla y la miró a los ojos.

—Sí que lo eres. A veces, no puedo apartar la vista de ti. Y siempre sueño contigo.

—Yo también sueño contigo.

—¿Y también sueñas con esto?

Peter le cogió un pecho con la mano y acarició con la boca el cuello de Lali. Ella suspiró y apoyó la cara en su camisa mientras apretaba la mejilla contra la dura musculatura del pecho de Peter. Un estremecimiento de placer recorrió todos sus nervios cuando él mordisqueó con suavidad una zona sensible de su cuello. Peter acarició con el pulgar el pezón de Lali, excitándola y haciendo que todo su cuerpo sintiera placer con cada roce de su dedo.

—¿Esto te gusta? —Peter la apretó contra él con firmeza y siguió acariciándola con dulzura—. ¿Te gusta?

—Sí —balbuceó ella sabiendo que su admisión constituía una invitación a que él continuara.

Peter volvió a besarla con el corazón palpitante. Su sabor y su tacto lo embriagaban, y su olor parecía flotar desde su nariz a sus entrañas. Ahora que la había probado, ninguna otra mujer lo satisfaría. Existía una combustión natural entre ellos, el tipo de afinidad que algunas personas nunca lograban encontrar, aunque la buscaran durante toda la vida.

Lali amoldó su cuerpo al de él, muslo con muslo, pecho con pecho, pero no le bastaba. Quería meterse en su interior, de modo que rodeó la cintura de Peter con sus brazos y apretó con fuerza. De repente, Peter separó sus labios de los de ella, realizó un sonido en voz baja y apretó la boca contra la sien de Lali.

—Espera. ¡Chsss...! No hagas ruido.

—¿Qué...?

—Silencio, cariño.

Lali se dio cuenta de que Peter estaba prestando atención a algo, que había oído algún ruido, de modo que permaneció inmóvil. Se oyó el sonido de unos pies que se arrastraban en la oscuridad, el roce de unos pasos tambaleantes sobre la tierra compacta y el murmullo de alguien que hablaba solo. Peter miró con atención hacia el origen del sonido mientras intentaba calmar su mente y su cuerpo.

Lali notó que se separaba de ella y no pudo evitar realizar un sonido de consternación.

—¡Chsss! —susurró Peter mientras le acariciaba la espalda de un modo tranquilizador y fijaba la vista en la oscuridad que había más allá del corral.

Lali se apoyó en el pecho de Peter con la oreja pegada a los latidos de su corazón y oyó que él exhalaba un suspiro de desesperación.

—¿Qué ocurre? —preguntó Lali con voz pastosa.

—Es Watts, uno de los muchachos, que está un poco alegre.

—¿Quieres decir que ha bebido demasiado?

Peter sonrió a pesar de la frustración que sentía.

—Litro más, litro menos.

Peter separó, a desgana, las manos de Lali, quien las tenía entrecruzadas sobre su nuca.

—¿Qué haces?

—Tengo que ocuparme de él.

—Él no puede vernos —protestó ella mientras Peter soltaba sus manos con ternura y determinación—. Si lo ignoramos, se irá.

Peter se echó a reír, inclinó la cabeza y la besó con rapidez.

—No puedo dejarlo merodeando por el rancho de esta manera, cariño. Necesita ayuda.

Lali se dio cuenta de que su comentario la hacía parecer egoísta y desvergonzada y se ruborizó.

—Lo siento...

—No empieces con eso o me quedaré media hora más. Será mejor que vuelvas a la casa.

Peter la soltó y empezó a alejarse de ella, pero entonces maldijo en voz baja y regresó para besarla de nuevo.

Lali permaneció quieta mientras observaba cómo Peter se dirigía hacia el tambaleante vaquero. La noche había refrescado y la negrura del cielo era sobrecogedora. En lugar de entrar en la casa, Lali se ocultó en las sombras y abrió mucho los ojos mientras observaba a Peter. El llegó donde estaba Watts y apoyó una mano en su hombro para detenerlo. Watts dio un traspié.

—¡Eh, muchacho! —oyó Lali que Peter decía—. Veo que has pasado una buena noche en el pueblo. —Lali no pudo oír la balbuceante respuesta del vaquero, pero parecía no poder sostenerse en pie sin el apoyo de un brazo firme—. ¿Por qué no te vas ya al barracón? —Peter giró a Watts en dirección al barracón—. Mañana tendrás una resaca de mil demonios. Será mejor que duermas un poco.

El vaquero balbuceó otra respuesta, esta vez con voz un poco más alta que la primera.

—He celebrado algo.

Peter rió en voz baja.

—Sí, ya lo veo. Vamos, compañero, ya está bien de celebraciones por esta noche.

Watts se separó de Peter con brusquedad, se volvió y, tambaleándose, avanzó en otra dirección soltando maldiciones.

Lali frunció el ceño enojada, pues tenía en baja consideración a los hombres a quienes les gustaba beber hasta perder la cabeza. Como ya no sentía ningún interés por aquella escena, Lali se dirigió a la casa; sin embargo, el tono de preocupación de Peter la retuvo.

—¿Qué demonios te ha pasado esta noche? Nunca te había visto tan borracho.

De una forma repentina, los balbuceos del vaquero se transformaron en gemidos de dolor. Lali se estremeció y se agarró a la barandilla de las escaleras.

—¡Oh, Peter...!, ¿por qué ha tenido que hacerlo? ¿Por qué?

Peter lo agarró por los hombros y lo sacudió ligeramente.

—¿Quién? ¿Tu novia? ¿Qué ha sucedido?

Watts hundió el rostro en sus manos. Lali, sorprendida y algo avergonzada, se dio cuenta de que estaba llorando y deseó haber entrado antes en la casa y no haber presenciado su dolor. Lali subió las escaleras poco a poco y se preguntó qué podía haberlo hundido de aquella manera. No podía comprender lo que decía entre sollozos, pero Peter sí y Lali percibió compasión en la voz de Peter cuando murmuró:

—No es culpa tuya. Maldita sea, tendrías que habérselo contado a alguien en lugar de llenarte las tripas de whisky. Tú no podrías haber hecho nada para impedírselo...

Lali giró el pomo de la puerta, volvió la vista atrás y vio que Peter deslizaba un brazo por los hombros de Watts. Entonces se dio cuenta de que a Peter no le asustaban las debilidades de los demás y que siempre estaba dispuesto a compartir su fortaleza con quien la necesitara. La mayoría de los hombres se habrían acobardado ante aquella escena, pero a Peter no le asustaban las emociones ni que lo necesitaran.


Mientras lo miraba, a Lali se le llenaron los ojos de lágrimas. Por primera vez, vio a Peter como el hombre que era, no como ella temía que fuera. Peter dirigió la vista hacia ella, se dio cuenta de su presencia y frunció el ceño. No esperaba que ella estuviera allí. Lali sabía que Peter quería que se fuera antes de que Watts la viera, de modo que entró a hurtadillas en la casa y subió a su dormitorio.

Continuará...

+10 :D!!

22 comentarios:

  1. Sii, uno mas y no jodemos más! Jaja

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  2. Quiero leer otro antes de irme a dormir jaja

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  3. Te leo siempre genia. Besos!

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  4. De donde sacas las noves?

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    1. Las escribis vos?

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    2. No, son libros que encuentro y si me gustan los adapto... yo no los escribo :)

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  5. no me preocupa tanto que peter la viera, me preocupa lo que watts dijo que hizo y quien?? en realidad a su novia o algo del rancho :??

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  6. Ya cambió lali d opinión ,gracias a ver la clase d persona k es Peter.

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