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martes, 5 de mayo de 2015

Capítulo - 21



Lali, paralizada, contempló la puerta por la que Benjamín salió del cobertizo y suspiró de una forma temblorosa. Peter cerró la puerta con el pie, se acercó a Lali y se detuvo a unos centímetros de distancia. Ella sólo podía vislumbrar el contorno de su cabeza y de sus hombros. Aunque él estaba completamente inmóvil, ella sintió la furia que lo consumía. Lali no se atrevió a pronunciar ni una palabra. Sin previo aviso, Peter la cogió por la muñeca y se la apretó con fuerza hasta que ella soltó un gemido y dejó caer la herradura. Lali, desconcertada, retiró el brazo y se frotó la dolorida muñeca.

—Si n-no hubieras venido, él podría... —balbuceó Lali.

—Hubo un tiempo en el que no me habría importado —declaró Peter con frialdad.

—Peter, g-gracias por... —Peter se aproximó a ella y Lali se pegó a la pared. El conocido olor de Peter y su figura no la tranquilizaron. ¿Por qué estaba tan silencioso? ¿Por qué sentía que el verdadero peligro sólo acababa de empezar?—. Benjamín actuaba de una forma tan extraña... —declaró Lali mientras tragaba saliva con dificultad—. Había bebido mucho y no me escuchaba. Creo que intentaba...

—¿Y qué si lo hubiera hecho?

—Yo no se lo habría permitido.

—¿Crees que alguien te habría oído gritar con todo el jaleo y la música de la fiesta?

—Iba a golpearlo con...

—¿Con la herradura? ¿Te has dado cuenta de lo fácil que me ha resultado que la soltaras? ¿Crees que a él no le habría resultado igual de fácil?

—Quizá no.

—O quizá sí —replicó Peter con fiereza—. Y si hubiera conseguido lo que pretendía tú habrías corrido con la noticia a tu padre y se habría desatado un auténtico infierno. ¡Estás loca! ¿No te das cuenta de que, tal como están las cosas, estamos al borde de una guerra? Has estado a punto de proporcionarles a todos la excusa perfecta para iniciar una guerra. Todos están esperando la menor oportunidad, incluido tu padre.

Peter la cogió por los brazos y apretó las manos con fuerza, hasta que ella soltó un grito de dolor.

—¡Peter, suéltame!

—¿Te gusta la idea de causar un derramamiento de sangre? —gruñó Peter—. ¿Te gusta que los hombres mueran por ti y que se derrame sangre en tu nombre? ¿Esto satisfaría tu vanidad?

Lali se estremeció y negó con la cabeza con ímpetu.

—No. No pensé en esta posibilidad. Sólo quería...

—Querías demostrarle a Nico que eres mayor e ignorar lo que él te había pedido. ¡Dios, crees que el mundo gira a tu alrededor y has convencido a todos de que es así! ¿Qué has hecho para volvernos a todos locos por ti? ¿De verdad mereces todos los problemas que causas, Lali? ¡Maldita sea, ya estoy harto de preguntármelo!

El corazón de Lali brincó de miedo y ella intentó escapar. Peter apretó el rígido cuerpo de ella contra el de él y la aprisionó con facilidad. Benjamín era fuerte, pero no tanto como Peter.

Intentar resistirse a Peter era inútil.

—¿Ahora que te has deshecho de Benjamín piensas ocupar su lugar? —jadeó Lali.

—Hay una gran diferencia entre él y yo, querida —declaró Peter con sorna—. Si él te hiciera suya, las consecuencias serían muy distintas a si yo lo hiciera. Si necesitas un hombre con tanta desesperación como para escabullirte aquí con él, yo estoy más que deseoso de complacerte. Será mejor para todos si soy yo quien lo hace.

—Te odio.

Lali presionó sus manos contra el pecho de Peter, empujó con todas sus fuerzas y ambos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. Peter se colocó de modo que fuera él quien recibiera el impacto de la caída. A continuación, los hizo rodar a ambos y se colocó encima de Lali. Ella soltó un grito ahogado e intentó pegarle, pero él fue más rápido, la cogió por las muñecas y le sujetó los brazos por encima de la cabeza. Lali forcejeó rabiosa y se retorció mientras el escote de su corpiño se aflojaba.

—¡Para, Peter! ¡Ya he tenido bastante de esto por una noche! ¡Si no me dejas ir, haré que te despidan mañana a primera hora!

—¡Cállate!

—¡No me callaré! Déjame ir, toro pestilente...

—¡He dicho que te calles! —El tono de su voz era tan fiero que Lali, sobresaltada, guardó silencio—. Tienes suerte de que ahora mismo intente pensar en tu padre. Sólo por respeto a él no te daré lo que te mereces. ¡Maldita sea, deja ya de contonearte!

Los ojos de Lali se habían acostumbrado a la oscuridad y lanzó a Peter una mirada furiosa.

—¡Si no vas a darme lo que me merezco, sal de encima de mí! —Como respuesta, Peter aplastó sus labios contra los de Lali. Ella notó la dureza y protuberancia de su miembro entre sus muslos incluso a través de las faldas de su vestido. La percepción de su miembro presionado contra ella de tal manera que sus cuerpos parecían haber encajado por completo la hizo temblar. Una cálida debilidad recorrió sus entrañas de una forma irreprimible e implacable.

¡No! ¡No podía sentir aquello! ¡No por Peter Lanzani, su enemigo! Él era maligno, prohibido. Lali dobló la rodilla con brusquedad intentando desarmarlo. Él se desplazó a un lado con habilidad y la rodilla de Lali lo golpeó en el interior del muslo, el cual era tan sólido e inflexible como el tronco de un árbol. Peter le subió los faldones y utilizó las rodillas para mantener separadas las piernas de Lali, que estaban cubiertas con unos bombachos.

—¿Es esto lo que ansías evitar? —preguntó Peter mientas encajaba sus caderas con las de Lali. Ella jadeó. El miembro de Peter estaba sorprendentemente hinchado y caliente y él lo apretaba contra ella—. Porque esto —continuó Peter mientras presionaba con fuerza su abdomen contra el de ella y provocaba que unas oleadas de electricidad recorrieran el cuerpo de Lali—, esto es el resultado de todas tus sonrisitas y ardides, Lali.

—Yo nunca he intentado excitarte a propósito.

—Tú puedes excitar a un hombre sólo con mirarlo y lo sabes. ¡Demonios, no culpo a Benjamín por desearte! Éste es el juego que practicas, volver loco de necesidad a un hombre y, después, rechazarlo.

—¡No, no es verdad!

Lali lo observó a través de la oscuridad mientras unas emociones desconocidas para ella la sacudían. Se sentía atónita a causa de la furia violenta que Peter demostraba hacia ella. ¿Qué había hecho ella para provocar aquella furia?

Peter separó la cara de la de Lali. Sus ojos destellaron como los de un gato cuando se dio cuenta de que ella respiraba de una forma siseante y tenía los dedos curvados como si fueran unas garras.

—Si pudieras me arañarías los ojos, ¿no? —murmuró él.

—Peor que esto, haré que pagues por tratarme como...

Peter aplastó su boca contra la de ella. Se trató de un beso de rabia, no de pasión, un beso con el que trataba de demostrarle quién era el jefe. Ella protestó y forcejeó con él con todas sus fuerzas. Después de, más o menos, un minuto, Lali se dio cuenta de que era inútil resistirse y dejó de hacerlo. Al final, Peter dejó de besarla y levantó la cabeza. Las intensas ráfagas de su aliento golpeaban la mejilla de Lali. Ella sabía que los labios de él debían de escocerle tanto como a ella los suyos, aunque este pensamiento no la consoló.

—¿Has terminado? —jadeó Lali—. Ya has demostrado que eres un hombre grande y fuerte. Estoy convencida de que te sientes satisfecho. Has ganado. Sólo quiero dejarte clara una cosa. He oído lo que le has dicho a Benjamín hace unos minutos. No vuelvas a referirte a mí como si fuera la propiedad de alguien. ¡Yo no soy propiedad de nadie, ni de mi padre ni tuya, de modo que aparta tus garras de mí y vete al infierno!

Él le lanzó una mirada iracunda, aunque el enfado de ella no lo impresionaba.

—Me iré cuando esté preparado para hacerlo.

—¿Y qué quieres que haga, simular que disfruto con esto? —explotó ella.

—Es posible. Sí, intentémoslo.

—¡Vete al infierno! Lo único que siento por ti es asco.

Él permaneció en silencio durante unos segundos mientras la contemplaba. A continuación, sacudió la cabeza como si quisiera despejar su mente.

—Supongo que es verdad que es esto lo que sientes, pero esta noche tú tampoco me has cautivado precisamente.

Peter apartó su cuerpo de encima de Lali y le soltó las muñecas, pero apoyó un muslo sobre las caderas de ella para impedirle que se moviera. Lali por fin pudo volver a respirar. Sus brazos cayeron fláccidos a sus lados y sintió un hormigueo mientras la sangre volvía a circular por ellos. Lali permaneció inmóvil mientras esperaba que él la soltara e intentaba recuperarse.

La mirada de Peter se quedó clavada en el pecho de Lali, que subía y bajaba con rapidez. A pesar de las varillas que aprisionaban su torso y la maraña de las faldas, la forma de su cuerpo resultaba atractiva. Peter no pudo evitar recordar la sensación de los pechos de Lali aplastados contra el de él y el suave hueco de sus caderas. Su rabia desapareció con la misma velocidad que había aparecido y un interés puramente masculino la reemplazó. Deberían despedirlo de inmediato por lo que acababa de hacer, incluso por cómo estaba echado encima de ella en aquel mismo momento, aprisionándola con su muslo. Si se enterara, Nicolás lo colgaría de las pelotas.

Sin embargo, de algún modo, estaba seguro de que Nicolás no se enteraría. No si lo que le indicaba su instinto era cierto. Si lo que Lali sentía se parecía de algún modo a lo que él sentía, entonces ella no se arrepentía del todo de estar allí a solas con él. Claro que ella nunca lo admitiría. Peter la miró y reflexionó acerca de cuál sería su próximo movimiento. ¿La soltaba y se disculpaba? Quizá sería lo mejor..., pero algo en su interior se resistía a dejarla ir. Ya que la tenía a su merced, ¿por qué no sacar provecho de la situación? Ella no lo odiaría más si lo hacía. ¡Al infierno con los escrúpulos! La deseaba tanto que estaba a punto de arder en llamas.

—¿Estás segura de que lo único que sientes es asco, Lali?

—Sí —respondió ella con resentimiento.

—No deseo contradecirte, cariño, pero hace un instante habría jurado que sentías algo muy distinto al asco. Sólo por unos segundos tú...

—¡No me importa lo que te imagines, yo no he sentido nada! —Lali se sentía completamente humillada y lo único que deseaba era que aquello terminara. Para empeorar su estado de confusión, Peter se inclinó y le besó la punta de la nariz, como si acabaran de tener una discusión amistosa. Lali se sintió totalmente desconcertada. No había forma de predecir lo que él haría.

—Siento haberme referido a ti como a una propiedad —murmuró Peter—. No pretendía hacerlo.

—Sí que lo pretendías, si no, no lo habrías dicho. Eres como todos los hombres de por aquí. No soporto la actitud que tienen hacia las mujeres.

Peter deslizó con suavidad los labios por la ceja de Lali y le besó el párpado en una caricia sutil.

—Entonces ayúdame a cambiar.

—Yo... No me importa si cambias o no, yo sólo quiero...

Peter la besó en la barbilla y el corazón de Lali le golpeó el pecho con fuerza. ¿Qué le estaba haciendo Peter?

—¿Qué es lo que quieres? —la apremió él mientras deslizaba el brazo por debajo del cuello de Lali.

Ella intentó apartarlo, pero ahora que la tenía en sus garras, Peter no pensaba soltarla.

—Quiero que me dejes sola.

—¿Estás segura?

—Sí —respondió ella con voz débil.

—¿Hay alguna forma de que pueda hacerte cambiar de opinión?

La voz de Peter era tan áspera como la lengua de un gato y su sonido envió escalofríos por la espalda de Lali. Ella parpadeó, pues había olvidado lo que él le había preguntado y Peter repitió su pregunta.

Lali sacudió la cabeza con ímpetu y realizó el ademán de levantarse.

—No te has d-disculpado por haberme b-besado.

—Es que no me arrepiento de haberlo hecho.

—Me hiciste daño.

—De esto sí que me arrepiento. —Peter cogió una de las manos de Lali y deslizó los nudillos por su mandíbula. Aquel roce áspero y suave a la vez hizo que Lali se estremeciera de la cabeza a los pies—. Tu mano es muy pequeña. —Lali intentó retirarla, pero él la sujetó con más firmeza y simuló que examinaba el cuerpo de Lali con la mirada. Peter sonrió con lentitud—. Eres más pequeña que un minuto, Mariana Espósito.

—Soy lo suficientemente grande para manejarte —soltó ella.

Peter rió entre dientes y Lali se puso colorada.

—Es posible —admitió él.

—¡Suéltame ya, burdo y autoritario...! ¡Nunca te perdonaré que...! ¡No, Peter!

—¿No qué?

—No hagas esto.

—¿Que no haga qué?

—Peter...

Sus palabras se apagaron cuando la boca de él, hábil e insistente, poseyó la suya besándola como nadie lo había hecho antes. Lali intentó volver la cara, pero él apoyó la mano en su mejilla y realizó pequeños círculos en su sien con el dedo pulgar. Peter la besó a conciencia, como había querido hacerlo desde hacía semanas, explorando el interior de su boca, saboreando la textura del interior de sus mejillas, acariciando con su lengua la de ella. Lali se echó a temblar, dejó de forcejear con él y separó los labios mientras se hundía en un mar de fuego. Los dos se besaron con frenesí, de una forma profunda, sensual, devoradora...

Un ronroneo grave vibró en la garganta de Peter y a Lali se le erizó el vello de la nuca. El interior de su cuerpo se volvió líquido. El placer que experimentaba era superior a lo que podía soportar. Las sensaciones se apoderaron de su cuerpo, pero ella quería más. ¿Qué estaba haciendo allí, en el suelo, con Peter Lanzani? Había perdido la cabeza.

—No puedo pensar.

—¡Chsss! Por una vez, guarda silencio.

La mano de Peter siguió la curva del cuello de Lali hasta el inicio de sus pechos y Peter sintió el rápido latir del corazón de Lali en la palma de su mano. Antes de que ella pudiera detenerlo, sus dedos se deslizaron por debajo de su vestido hasta que su mano cubrió uno de los pechos de ella. El roce de su palma con la piel desnuda de Lali hizo que los dos jadearan. Peter flexionó los dedos sobre la cálida suavidad del pecho de Lali y movió la mano hasta que el pezón de ella se endureció contra la palma de su mano. Lali gimió con impotencia. Nunca le había permitido a un hombre llegar a aquel punto de intimidad con ella y le resultaba aterrador, y muy agradable. Su mente le gritaba que parara, pero aquella noche era una auténtica locura y la voz de la razón se había convertido en un susurro. No podía echarse atrás.

Peter le acarició las costillas con cuidado, como si temiera que fuera a romperse y ella se arqueó hacia él como una libertina. Lali exhaló un suspiro de culpabilidad y placer que llenó la boca de Peter y él volvió a deslizar su mano sobre su pecho mientras movía lentamente su pulgar alrededor del pezón de Lali. La dulce ansiedad que aquello produjo en Lali recorrió todo su cuerpo como una ola. Lali se estremeció, se acercó más a él, deslizó los dedos entre los cabellos de Peter y apretó su boca contra la de ella. Sus lenguas se rozaron y se entrelazaron en deliciosos movimientos y sus labios se unieron hasta quedar completamente sellados.

Después de un largo rato, Peter levantó la cabeza e inhaló hondo en un intento por dominar las imperiosas necesidades de su cuerpo. La necesidad de poseerla allí y en aquel mismo instante le resultaba casi imposible de contener. Ella era su obsesión. Quería conocer sus secretos más íntimos y explorarla hasta conocer su cuerpo y su alma tan íntimamente como conocía los de él. A pesar de toda la experiencia que poseía, nunca se había sentido tan atraído por una mujer ni deseaba conocer y ser conocido de una forma tan completa. Peter hurgó con suavidad en el cabello de Lali mientras sus ágiles dedos buscaban los alfileres que lo sujetaban y los soltaban. Los mechones de pelo que estaban ocultos a la vista y al tacto de los demás ahora eran de él, libres y sueltos.

Lali le rodeó el cuello con los brazos mientras sentía cómo el cuerpo de Peter se deslizaba encima del de ella y, al final, se ajustaba al de ella. Las capas de tela que los separaban no ocultaban el deseo de Peter y la suavidad de Lali, la dureza de él y la flexible forma femenina de ella.

Lali notó, temblorosa, que él le bajaba el vestido y sus pechos se liberaron de su confinamiento. La ardiente boca de Peter descendió hasta su pezón cubriéndolo, tirando, enviando ráfagas eléctricas que descendían por el cuerpo de Lali hasta su estómago. Lali buscó ciegamente los hombros de Peter y se agarró a su carne musculosa mientras intentaba decirle, sin palabras, cómo se sentía. «No pares. No pares nunca.» Él deslizó con suavidad su lengua por los pechos de Lali y descubrió su textura blanda y tersa a la vez.

—Lali —susurró Peter regresando de nuevo hasta su boca y besándola con frenesí—. No te contengas conmigo. No te haré daño.

Ella tembló entre sus brazos. Su respiración era rápida y caliente junto al cuello de Peter. Él deslizó la mano por su cuerpo, más allá de la cintura y por debajo de sus bombachos. Ella se puso en tensión mientras los dedos de él la exploraban con delicadeza

—No..., no debería permitirte...

—Pero me lo permites —contestó él junto a la curva de su cuello—. Yo tampoco debería quererte, pero te quiero.

—Peter —jadeó Lali—, por favor...

—Nadie te conocerá como yo voy a conocerte, Lali. Puedes mantener a los demás a distancia, pero a mí me permitirás entrar en tu mundo. Tú comprendes lo que está ocurriendo entre nosotros y sabes que, hagamos lo que hagamos, nada podrá impedirlo. —Peter encontró el tierno lugar que estaba buscando y Lali gimió mientras él la llevaba hasta la delgada línea que separa el placer de la locura—. Quiero que recuerdes esto —declaró Peter junto a la boca de Lali—. Recuérdalo cada vez que pienses en mí.

Ella se agarró a él con fuerza y arqueó las caderas.

—Me encantaría, pero no te haré el amor aquí —murmuró Peter mientras hundía la cara en el cabello de Lali—. Aunque sólo sea porque él lo habría hecho. —Peter suspiró de una forma tensa y sacó la mano de entre los muslos de Lali. Antes de bajarle las faldas, le acarició con ternura el abdomen. Peter examinó la oscura habitación como si la viera por vez primera y frunció los labios con desagrado—. Una herrería.

Lali, ansiosa y frustrada, se agitó debajo de Peter y respiró de una forma entrecortada. Peter sonrió, la rodeó con los brazos y reclinó la cabeza de Lali contra su hombro hasta que ella dejó de estremecerse. El deseo insatisfecho era tan doloroso para ella como para él.

—Tengo que regresar a Sunrise mañana después de la boda—explicó Peter mientras intentaba sonar despreocupado—. Alguien tiene que cuidar del rancho y ahora mismo no me siento tranquilo estando lejos de allí más de uno o dos días. Si no quieres que se repita el comportamiento de Benjamín de esta noche, quédate cerca de tu padre y de tu familia.

—¿Y si...? —Lali se interrumpió y tragó con dificultad antes de continuar—. ¿Y si no quiero que se repita tu comportamiento?

—¿Si no quieres? —A Peter pareció interesarle aquella idea y mordisqueó levemente la zona donde se unían el cuello y el hombro de Lali mientras reflexionaba sobre aquella cuestión—. Supongo que encontraremos la respuesta a tu pregunta cuando estemos de vuelta en Sunrise.

Peter le estaba siguiendo la corriente a Lali. Ella sabía que él estaba seguro de que, cuando estuvieran de vuelta en Sunrise, ella seguiría queriéndolo. Incluso en aquel momento, Lali tuvo que luchar contra el deseo de acurrucarse junto a él. En lugar de hacerlo, se retorció como protesta y apartó el hombro para que él dejara de mordisquearla.

—Y no te sorprendas si descubres que algunos de los hombres de Sunrise te vigilan. Antes de irme, me aseguraré de que comprendan que se va a armar la gorda si él se acerca a menos de treinta metros de ti. Si descubro que siquiera te ha mirado, haré que se arrepienta de verdad.

—¿Aún a riesgo de iniciar una guerra de pastos? —preguntó Lali con voz apagada.

Peter sonrió levemente ante el débil intento de sarcasmo de Lali.

—Exacto. Y si tiene que empezar por ti, cariño, estás mirando al hombre que disparará el primer tiro.

Continuará...

+10 :)!!

18 comentarios:

  1. estan que arden estos dos jajajajaja

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  2. como reaccionara nico cuando se entere que estos dos estan a punto caramelo xD m...no creo q se enoje ahora veo q festeja jajajaja

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  3. Que capítulo!! Lali se hace la que no quiere y está más que muerta por él

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  4. Toda una declaración d intenciones.

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  5. medio bestia peter también eh! Jajaja pobre lali con los dos así que noche movida Jaja quiero más besos

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  6. http://novelillaslaliter.blogspot.com recomiendo está genial



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