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domingo, 3 de mayo de 2015

Capítulo - 14



Imposible. Lali se estremeció ante aquella idea. Era una locura. Aunque todo lo que le había pasado últimamente era una locura. De repente, su corazón latió con fuerza, con tanta fuerza que le dolió el pecho.

Ella no podía ser Mariana. ¿Y qué ocurría entonces con Lali? ¿Qué pasaba con su vida con Alelí y los años que había vivido en las afueras de Sunrise? Temblando, Lali reflexionó acerca de las dos horas que Mariana Espósito desapareció.

—¿Qué ocurrió aquella tarde? —susurró Lali—. ¿Qué le sucedió a Mariana? ¿Adónde fue?

Unos pensamientos inquietantes cruzaron por su mente. Quizá se trasladó al futuro. Quizás, en el espacio de aquellas dos horas, vivió veinte años y regresó. Quizás Lali no había sido más que una Mariana Espósito desplazada en el tiempo.

—¡No! —exclamó Lali casi sin aliento, y se apoyó en la valla del corral mientras la cabeza le daba vueltas—. Yo no tengo recuerdos de la vida de Mariana, sino de la mía. Yo no soy ella. No quiero ser ella. ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué estoy en su lugar?

Lali sentía deseos de llorar, pero las lágrimas no acudieron a sus ojos. Se sentía seca y entumecida. Recordó la vida ordenada y apacible que había tenido con Alelí. Había sido difícil y solitaria, pero siempre había contado con la seguridad de que cada día sería igual al anterior. ¿Por qué le habían arrebatado aquello? ¿Por qué es que iba allí en el papel de una mujer alocada y temperamental, egoísta y mimada?

«Ésa no soy yo —reflexionó con desesperación—. ¡Yo no soy Mariana!»

Una sensación de frialdad recorrió su cuerpo y Lali se tambaleó mientras se apoyaba en la valla de madera.

Una escena surgió más allá de sus ojos. Se trataba de una imagen de Sunrise. Unos carromatos y otros vehículos pasados de moda recorrían la calle principal de tierra tirados por caballos de aspecto robusto. Lo veía todo un poco nublado, como en un sueño, pero los detalles eran sorprendentemente claros. Lali percibió los tablones de madera de la acera bajo sus pies y el olor del polvo que levantaban las ruedas de los carros. Mientras avanzaba por la acera, se sintió como si una desconocida se hubiera introducido en su cuerpo y caminara con sus zapatos. Charlie Kendricks, el borracho del pueblo, se apoyó tambaleante en la fachada de una tienda y la contempló mientras ella pasaba. Lali vio que sus propias manos sacudían su falda de una forma despectiva, como si sólo por pasar cerca de él fuera a ensuciarse.

La brisa empujó un mechón de su cabello hacia su cara y ella se detuvo y contempló su reflejo en el escaparate de una tienda mientras lo sujetaba con una horquilla. A continuación, el reflejo de su rostro desapareció, aunque todavía podía ver la imagen de la calle y los edificios que tenía a la espalda. Sobresaltada, acercó una mano al cristal, pero no percibió su reflejo. De repente, el resplandor del sol golpeó el cristal y la cegó. Ella se tapó los ojos y soltó un grito de dolor, pero no pudo oír su propia voz. Entonces se sintió inmersa en una oleada de calor que quemaba como mil soles y su cuerpo se consumió y se disolvió mientras se precipitaba en un pozo de espacio y tiempo sin fin. A continuación, oyó el último suspiro de una anciana y el llanto de un bebé...

Lali abrió los ojos y la visión desapareció. Respiró hondo mientras intentaba recobrar el ánimo y se agarró a la valla en busca de apoyo. Aquello fue lo que le sucedió a Mariana Espósito el día que desapareció.

—Esto es lo que me sucedió a mí —murmuró Lali—. Era yo.

Mariana y Lali eran la misma persona. Una mujer y dos vidas distintas. Ella había nacido dos veces, una en 1860 y la otra en 1910. En ella estaban las dos vidas y recordaba parte de ambas.

Aterrorizada, Lali se apartó de la valla y echó a correr. No le importaba no tener adónde ir. Tenía que encontrar un lugar en el que esconderse, un lugar lejos de todo el mundo, donde pudiera pensar. No podía entrar en la casa. No podía encararse con nadie.

—¿Lali?

Al oír aquella pregunta formulada con voz suave, Lali se detuvo de golpe y miró hacia los escalones del barracón, donde Peter estaba sentado con la guitarra sobre sus rodillas, las finas cuerdas de metal colgaban del mástil del instrumento. Peter dejó la guitarra a un lado y se levantó con los ojos entrecerrados.

—Lali, ¿qué ocurre? —Ella estaba paralizada y lo miró en silencio mientras él se acercaba— ¿Qué ha ocurrido?

—N-nada.

—¿Gastón ha dicho alguna cosa que te haya molestado?

—No. Por favor, no me toques. No.

Lali tembló mientras él la cogía por los brazos y sus pulgares se ajustaban al hueco interior de los codos de ella. El tacto de sus manos era cálido. Peter examinó su pálido rostro y deslizó un brazo alrededor de sus hombros mientras la empujaba hacia la casa.

—Ven conmigo. Te acompañaré de regreso a casa.

—No —respondió Lali mientras intentaba soltarse.

—Está bien, está bien. No te alteres. Ven. —Peter la condujo a uno de los cobertizos que había cerca del corral, lejos de la vista de los demás, y la encaró a él. El contorno de sus hombros resaltaba con nitidez en el cielo nocturno. Peter era fuerte y podía hacer lo que quisiera. Incluso matar. Sin embargo, sus manos la sujetaban con delicadeza. Lali sabía que él percibía su temblor—. Vamos a hablar, Lali.

—Yo... no puedo.

—¿Qué te ha dicho Gastón? Cuéntamelo. Yo me ocuparé de todo.

—No. No hables con él —consiguió decir Lali—. ¡No!

—No lo haré si me cuentas qué es lo que va mal.

Ella sacudió la cabeza con impotencia.

—Todo va mal. Sobre todo yo. Todo va mal. —De una forma inconsciente, Lali se agarró a los antebrazos de Peter mientras su rostro, blanco como una sábana, resaltaba en la oscuridad de la noche—. Peter, soy diferente a como era antes, ¿no? ¿Lo notas? Dijiste que, desde aquella tarde, yo había cambiado. Tú mismo lo dijiste

Peter arrugó el entrecejo.

—¿Te refieres a la tarde en la que Stéfano y yo te estuvimos buscando por todo el pueblo?

—Sí. Desde entonces soy distinta. Como si fuera otra mujer.

—No tan distinta.

—Sí que lo soy —insistió ella mientras le clavaba las uñas en los antebrazos debido al nerviosismo. Peter no pareció sentir dolor y la contempló con fijeza—. Dijiste que incluso mi cara era distinta.

—Es cierto —declaró él restándole importancia—. En efecto, he notado algunos cambios en ti. —Y añadió con un tono burlón en la voz—: Cambios que son bienvenidos.

—Sé cosas que antes no sabía. Y no sé montar tan bien como antes. Ya no soy la Marian de antes.

—¿Por qué te parece tan valioso ser distinta de como eras antes? Si fuera tú, yo no rechazaría todo lo de la Mariana anterior. —Su actitud sensible y relajada la hizo sentir un poco mejor. Envidiaba su autodominio, su falta de miedo. ¡Qué maravilloso sería ver el mundo como él lo hacía y creer que todo era lógico y que estaba en perfecto orden!—. Yo admiraba algunas cosas en ti.

—¿En qué cosas soy distinta?

—Supongo que hay cosas en ti en las que no me había fijado antes. —Peter se interrumpió, soltó los brazos de Lali y apoyó las manos en la pared del cobertizo, a ambos lados de Lali, formando un círculo que parecía protegerla—. En cierto sentido, eres más suave. Eres más compasiva. Y tienes la sonrisa más dulce que he... —Sus miradas se encontraron en la oscuridad y Lali sintió que todos sus huesos se disolvían. Como se sentía débil, se apoyó en la pared del cobertizo y respiró de una forma superficial—. Siempre me has parecido muy cruel para ser una mujer —continuó Peter—. Inocente como un bebé en el exterior, pero dura y materialista en el interior, como una mujer de vida airada.

—¿Qué es una mujer de vida airada? —murmuró Lali.

Peter se rió con suavidad.

—¿Sabes lo que es un burdel, cariño?

La palabra «cariño» era un término afectuoso que utilizaba todo el mundo, pero cuando Peter la empleaba era como una caricia sonora.

—¡Oh! —respondió ella ruborizándose—. ¿Cómo puedes ser tan duro cuando...?

—Por lo visto tenemos un problema para entendernos, Mariana. ¿Cómo puedes haber aprendido tantas palabras nuevas y haber olvidado tantas otras?

—Yo... No lo sé.

—Ahora mismo tu aspecto es diferente al de antes. Como si necesitaras que alguien te cuidara. En el pasado, te apoyabas en Nico, ¿no es cierto? Él siempre ha resuelto tus problemas y llevado tus cargas. Sin embargo, por alguna razón, últimamente no te has apoyado en él. ¿Por qué? ¿Están peleados? ¿Es éste el problema?

—No. Y no me formules más preguntas. Estoy harta de preguntas, y no necesito que nadie me cuide.

—Sí que lo necesitas. Hace días que percibo una mirada ansiosa en tus ojos. Una mirada que indica que necesitas un hombre. ¿Benjamín no cumple con su papel como tu casi prometido?

Ella se estremeció, volvió la cabeza e intentó irse, pero Peter no se lo permitió. El apoyó las manos en los hombros de Lali y la fuerza con que la sujetaba prometía aumentar si ella no se quedaba quieta. Los muros protectores que rodeaban el corazón de Lali parecieron derrumbarse. Cuanto más intentaba fortalecerse frente a él, más indefensa se sentía. Se produjo un silencio casi irreal entre ellos mientras cada uno intentaba descifrar el misterio que el otro constituía.

—No, no lo cumple —contestó Peter con voz ronca rompiendo el silencio—. Y tú estás buscando algo mejor. ¿De modo que empiezas a verlo tal como es, no?

—¡No, no es verdad! Quiero decir que sé cómo es y me gusta.

—Te gusta por su aspecto y su dinero y también, claro, por su personalidad afable. Pero, al mismo tiempo, lo desprecias por ser débil. Las mujeres no soportan a los hombres que se dejan dominar por ellas.

Lali le lanzó una mirada iracunda y la línea de su mandíbula se marcó en la delicada redondez de su mejilla cuando apretó los dientes.

—Haces que parezca horrorosa, pero yo no soy así.

—Desde el momento en que te conocí supe cómo eras. Bueno, he realizado algunas enmiendas con el tiempo, pero todavía sé, con bastante exactitud, cómo eres.

—Ni siquiera podrías empezar a entenderme —declaró ella con la voz tensa.

—¿Sabes qué es una persona que se apodera de los terneros sin marcar, Lali?

—Un ladrón de ganado.

—Un emprendedor. Alguien que no permite que nadie se interponga entre él y lo que quiere. Yo soy así por naturaleza, Lali, y tú también. Y ninguno de nosotros siente respeto por aquellos que permiten que nos aprovechemos de ellos. Tengo la sensación de que los encantos de Benjamín no tardarán en empañarse a tus ojos y empezarás a buscar a alguien que no permita que lo manipules. No te hagas la ofendida, pues sabes que es verdad.

—No, no lo es —contestó ella enseguida—. Tú no sabes nada de mí ni de lo que hay entre Benjamín y yo.

Peter sonrió de forma provocativa.

—¿Ah, no?

—No —respondió ella con frialdad—. Benjamín es lo suficiente hombre para cuidar de mí. ¡Y yo no lo manipulo!

Peter sonrió abiertamente al percibir que la palidez de Lali había sido reemplazada por un saludable rubor de indignación.

—Sé honesta. Haces lo que quieres con él.

—¡No es verdad!

Él esbozó una sonrisa burlona.

—Demuestras una lealtad impresionante hacia un hombre que no te conoce en absoluto. Apostaría cualquier cosa a que sus conversaciones son de lo más aburridas. Aunque quizá lo que te interese no sea su mente. Es posible que te proporcione unos buenos revolcones sobre la hierba. Debo admitir que su aspecto es aceptable, claro que también está el atractivo rancho que su padre posee...

—¡Mi relación con Benjamín no te concierne!

—¿No me qué?

—¡Ya sabes lo que quiero decir!

Los ojos de Peter destellaron y Lali se dio cuenta de que se estaba riendo de ella.

—Sí, ya sé lo que quieres decir.

La idea de que Peter era el enemigo mortal de Nicolás acudió a la mente de Lali de una forma repentina, aunque ella quería con desesperación que no fuera cierto.

—Peter, tú nunca le harías daño a mi padre, ¿no?

—¿Hacerle daño a Nico? —Peter pareció sobresaltado—. ¡Por todos los santos, no! Claro que no. ¿De dónde has sacado esta idea?

—Él confía en ti más que en cualquier otra persona y tú estás más cerca de él que nadie. Estás en una posición idónea para hacerle daño.

El rostro de Peter se volvió inexpresivo, como si se hubiera colocado una máscara, y toda su calidez se desvaneció al instante.

—Le debo lealtad. Él me ofreció un nuevo comienzo cuando lo necesitaba, la oportunidad de trabajar duro y recibir un buen sueldo a cambio. Y, cuestiones éticas aparte, tengo razones prácticas que justifican su confianza en mí. ¿Por qué habría de morder la mano que me alimenta? Estaría loco si le hiciera daño. —Peter se separó de Lali y señaló la casa con la cabeza—. Vamos, te acompañaré a la casa. —Sus labios se curvaron en una sonrisa forzada—. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que tienes un don para estropear un clima, Lali?

—¿Qué clima?

Peter sacudió la cabeza, solté una carcajada y la tomó del brazo.


—A veces, aunque no muy a menudo, siento compasión por Benjamín Amadeo. Vamos.

Continuará...

+10 :D

15 comentarios:

  1. QUE????????????

    Osea Lali y Mariana son la misma persona??????

    Aghh que confuso, es confuso pero al mismo tiempo esta muy claro por lo siguiente:

    "Mariana y Lali eran la misma persona. Una mujer y dos vidas distintas. Ella había nacido dos veces, una en 1860 y la otra en 1910. En ella estaban las dos vidas y recordaba parte de ambas."

    " Quizás, en el espacio de aquellas dos horas, vivió veinte años y regresó."

    Osea que como dice, cuando desapareció 2 horas, lo que paso es que volvió a nacer en otro tiempo vivió 20 años y después volvió??

    Ahora sé que son la misma persona pero me siento MUY confundida...

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    Respuestas
    1. Es que se supone que Mariana desapareció y nadie nunca supo nada de ella porque viajo al futuro no?

      Pero si al final regresó entonces nunca desapareció el futuro cambio??

      Aghhhhhhhh ME VUELVO LOCA !!! Toda la tarde voy a estar pensado en esto

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  2. Me estoy volviendo loca!! Quiero respuestas!! Sube otro!!!

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  3. Los sueños que tenia Lali eran recuerdos??

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  4. Se supone que a esta altura ya debería de estar entendiendo mucho? Porque en realidad no lo hago jajaja

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  5. Me encantaa masss
    No entiendo nada casi jajajaj

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  6. Me encanta k me vuelva loca con las hipotesis.
    (perdon ,no me marca las tildes).
    Si estamos asi ,no quiero pensar como esta Lali-Mariana.

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